jueves, 30 de junio de 2011

El punk es amor.

"Me asusta que los fans me copien", dice. Y jura que en una sociedad negativa y violenta el amor es contracultura.

Ricardo Iorio y Morrissey, juntos. En el cuarto de Nekro un peso pesado como el de Almafuerte puede compartir el mismo rincón de pared que un melancólico incurable como el ex-Smiths. "Tengo un solo sentimiento hacia el rock argentino: asco. Respeto a muy pocos: a Ricardo Iorio, Miguel Abuelo y Federico Moura. A Iorio lo sigo desde mi adolescencia heavy en Campana. Me acuerdo de que el mánager de V8 me había regalado la entrada para ver el último concierto del grupo, pero mis padres no me dejaron ir. A Morrissey me lo hicieron conocer y entender mis sucesivas novias", cuenta el muchacho desde esa zona de Palermo que fue roja hasta hace poco. Apenas editado el cuarto álbum autogestionado que junto con Chuli (bajo), Gori (guitarra) y Gato (batería) bautizó The Art(e) of Romance, Carlos Rodríguez (así se lo conocía antes de que se carteara con Max Cavalera de Sepultura bajo el mote "Nekrofiliak"), se prepara para ofrecer un unplugged en el Tower Records de Florida. A esta altura, poco le importan las etiquetas y los mandamientos de su pasado hardcore/skate/straight edge (serás un músico independiente, no fumarás, no beberás, no te drogarás, no comerás carne). "No me importa decirle a los pibes qué tienen que hacer y qué no. A mí me asusta que los fans me copien. O que haya algunos que me vengan a cuestionar por qué ponemos un clip en MTV. Nada de lo que digo o hago es una regla a seguir. Yo siempre hice lo que quise, de chiquito. Pienso hacer lo que sea por que se conozca lo que hago, mientras sea libre. Pero no por eso voy a convertirme en un traidor. Musicalmente, siempre hice crossover, mezcla de estilos. Y aunque soy vegetariano y no consumo drogas, algo de alcohol bebo, así que ni siquiera soy un straight edge puro. Soy eso: crossover."


Repasando el debut Anesthesia (1995), un urgente catálogo de reclamos adolescentes, o el arregladísimo y sentimental Kum Kum (1997), se topa uno otra vez con el polo Morrissey y el polo Iorio en plena promiscuidad "melocore". Sobre un género que es pura testosterona, Nekro postuló el "Hardcore gay antifascista", militó contra el machismo del pogo y se atrevió a rogar que lo dejen soñar, llorar, ser niño y oler flores emitiendo unos quiebros en la voz que hasta podrían remitir a Shakira. "De quien más aprendo a cantar es de mujeres. Hace poco conseguí el vinilo de Edye Gormé con Los Panchos, un disco que mi papá escuchaba mucho. Estoy por tatuarme unos versos de bolero en el brazo que dicen: Los ojos mueren de llorar y el alma muere de esperar". En Nekro se alternan el hiperactivo y el taciturno. "Una de las razones por las que canto en inglés es para sentirme afuera de lo que estoy cantando. A "Pilar", la canción que le dediqué a mi abuela cuando murió, no la puedo cantar sin que me salga una lágrima. Mis padres no se llevaban bien, y tuve que aguantar mucha soledad y angustia. Los discos me hacían sentir acompañado. Ahora yo quiero ayudar a los pibes de la misma manera."
Mientras proyecta un disco solista "con máquinas", la publicación de su libro de poemas "Kichiagai!" y una gira por el interior en etapas, reconoce que es más factible hacerse un lugarcito para sobrevivir, que cambiar el mundo. Su último héroe es Kurt Wilckens, un anarquista que asesinó a un explotador de obreros según el libro La Patagonia Rebelde, a quien convirtió en cubierta de su último álbum. Orgulloso de haber grabado The Art(e) of Romance en Chicago con el último productor de Nirvana (Steve Albini) que les aportó su desfachatez sonora, este chico que fue heavy, punk anarquista, skater, terrorista ecológico y vivió en casas tomadas del Oeste, hoy lanza con toda convicción frases como "El punk es amor. Porque en una sociedad violenta y negativa como ésta, amar es contracultural." Seguro que ahora sale a la calle, y alguno le grita "Chau, Tomás", como el personaje de "Verano del 98" encarnado por Nahuel Mutti, que tanto se le parece. "Y pensar que me gritaban mugriento", se resigna, antes de patear otra de esas botellas.